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Todo un rosario de virtudes que no abundan, pero cuya pose-

sión genera paradójicamente zozobra en el ejercicio de la función

jurisdiccional. Quienes tienen integridad personal sufren en las

situaciones críticas y quienes poseen altura intelectual son capaces

de manejar tantas hipótesis que la encrucijada de decisión aumenta

los caminos a seguir. Ello sin olvidar que precisamente la capacidad

dialéctica es la herramienta que puede convertir una sentencia con

idéntico fallo, en una pieza literaria persuasiva o en un panfleto

infumable.

A ello se añade la omnipresente percepción del juez sobre la

relevancia de cada litigio que se somete a su criterio. El juez penal

sufre por la tensión entre libertad y castigo a un ser humano, aunque

no puede dejar de pensar que la paz y orden social se asegura con la

ejemplaridad en el respeto a las grandes cosas. El juez civil siente la

carga de zanjar una cuestión que afecta a la vida particular del común

de los ciudadanos, aunque con nombres y apellidos (propiedad,

contratos, familias, herencias, etcétera). El juez laboral se angustia

ante la disputa entre patrono y trabajador. Y el juez contencioso

sabe que está en juego el control del poder público y con ello, el

interés general, pero también los derechos y libertades del ciuda-

dano.

Por eso las encrucijadas resultan preocupantes y requieren altura

de miras y grandeza moral para resolver el caso.

A título personal creo, bajo el paraguas de una amplísima gene-

ralización, que la inmensa mayoría de los jueces civiles se sienten

aliviados si tiene lugar un acuerdo entre las partes que pone fin a la

controversia o si dictan sentencias salomónicas; que los jueces labo-

rales experimentan mayor satisfacción dando la razón al trabajador;

que los jueces contenciosos experimentan mayor comodidad

cuando estiman una demanda que cuando la desestiman, y que los

jueces penales suspiran aliviados cuando absuelven y pesarosos

cuando condenan. Esta propensión de ánimo, se debe a que siempre

resulta humanamente más gratificante la sensación de cambiar una

situación jurídica para conceder un bien, que la de mantenerla para

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El sello personal de cada juez: sentimientos, emociones y sesgos